terça-feira, novembro 30, 2010

El dolor del alma

El dolor, una palabra que usamos para describir cualquier situación que haga que sintamos una confluencia de estados anímicos, como si éstos estados concordaran en hacer reunión en determinado momento a un hora previamente acordada, manifestándose corporalmente con llanto, decaimiento y falta de apetito, no hay dud...a que suena como una enfermedad, pero es como manifestamos el dolor.

Hay clases de dolor según la profundidad que alcancen en nosotros, es así, que existe el dolor corporal superficial, ése cuando sufrimos algún accidente que nos incapacita a realizar la actividad propia del miembro afectado, por ejemplo, nos golpeamos un dedo, duele a morir y ya no lo podemos usar hasta que el dolor cese, éste dolor lo causa la sobreestimulación de terminaciones nerviosas, que transmiten el dolor a la corteza cerebral para que lo manifieste en la periferia.

Así también está el dolor más profundo, ése que afecta a tu corazón, ése que se sucita cuando experimentamos el desamor, el desengaño, cuando alguien deja de amarnos cuando aún amamos. Éste dolor, va presentando etapas, primero nos negamos a padecerlo, pues siempre guardamos la esperanza que todo vuelva a la normalidad, que todo haya sido no más que un mal sueño, sin embargo, cuando nos damos cuenta que ya no hay vuelta atrás, lo asumimos y lo padecemos, se siente como si alguien arrancara un trozo de tu corazón, y es así, pues cuando amamos, indefectiblemente entregamos un trozo de corazón al otro, le entregamos el lugar donde residió por mucho tiempo, como si después que todo terminó entregáramos todo lo que le perteneció en algún momento, de modo que en nuestra vida no haya nada que genere recuerdos amargos a futuro, pero al entregar un trozo de corazón, nos queda una herida que el tiempo se encargará de cicatrizar, y ahí queda, una cicatriz que se empeñará en recordarnos que amamos y que sufrimos.

El dolor más profundo que existe en la vida, es el dolor del alma, que se genera cuando logra traspasar todas las barreras que ponemos ante la vida, es el dolor que afecta la escencia de lo que eres, y que produce cambios tan profundos en tu vida, que logra realizar replanteamientos que afectarán tu vida de ahí en adelante, es un dolor que queramos o no, marca nuestra vida a fuego, y con el tiempo logra marcar un antes y un después.

El dolor del alma en mi vida vino de la mano de un desacuerdo entre la persona más importante de mi vida y yo, mi padre, quien ha sido todo para mí, el hombre que amo más en la vida, el hombre por el cual soy lo que soy, el hombre al cual daría mi vida sin pensarlo dos veces, el hombre que me ha levantado cada vez que he tropezado, el hombre que siempre está ahí incondicionalmente, mi superhéroe.

Cuando el dolor del alma se presentó en mi camino, sentí como si una avalancha de espadas y afilados cuchillos cayeran sobre mi corazón, no sólo por el desacuerdo, sino por las cosas que se pueden llegar a decir unos a otros en un arranque de enojo, momento en el cual no logra verse la realidad más allá de la naríz, donde las cosas no logran verse más allá de nuestros propios intereses, y en ése no ver más allá olvidamos que el otro siente, que el otro sufre, que el otro piensa distinto, lo cual es propio de la naturaleza de los seres humanos.

Fueron dos meses de mucho dolor, dos meses donde me cuestioné muchas cosas entre ellas, será que nada de lo que he hecho por mi papá, ha sido suficiente?, será que intentar ser la mejor en todo y la primera en todo no fue suficiente para que sienta orgullo por mi?, será que no me he esforzado lo suficiente para ser una buena madre, para que él me felicite y me diga que lo he hecho bien??. será que apoyarlo siempre incondicionalmente nunca fué suficiente y por eso hoy me cuestiona de ésa manera y pone en duda mi fidelidad y honestidad hacia él?? Será que no lo he amado lo suficiente o no se lo he dicho las veces que tal vez esperaba escucharlo??. La verdad, es que pensé mucho en ello, y llegué a la conclusión que nunca es suficiente cuando se ama como yo amo a mi padre, que sin proponérselo me provocó el dolor más grande que jamás he sentido, el dolor del alma.

Ya transcurrido el tiempo, y luego de hacer que todo lo vivido decante, y luego de mucho conversar con todo más claro en la cabeza de cada uno, concluyo que pese a todo lo amo, más que a mi vida, pues si pidieran mi vida para que él viva, la daría con gusto, nuestra relación volvió a ser la de antes, no, no es la de antes, es mejor, pues ambos a su modo logramos desnudar el alma uno frente al otro, lo que hizo que nos conozcamos aún más de lo que nos hemos conocido éstos 32 años, y no tengo temor ni dudas en decir, que lo sigo amando como el primer día de mi vida en ésta tierra.

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